El hombre tiene la gran virtud de hablar, pero pocos usan esa virtud o ese don como corresponde. Simplemente hablan sin hacer, sin obrar. Esto sería como decir que somos médicos pero no curamos a nadie.
La boca representa solo un mínimo porcentaje de la totalidad del cuerpo humano, y tampoco es que se utiliza solo para el habla, sino también para ingerir alimentos y bebidas. Así de minúsculo es el porcentaje del habla en lo que conforma a un ser humano y así también debería ser para nuestros ministerios.
Estamos acostumbrados a una era donde la tecnología hizo que muchos de nuestros miembros del cuerpo sean inútiles, y una era donde más que nunca pronunciar palabras (tanto física como virtualmente) puede repercutir de un lado al otro de nuestro mundo conocido. De un día al otro, las redes sociales permitieron que cualquiera opinara de lo que no sabe y lo que nunca estudió o nunca experimentó, en definitiva, estamos llenos de habladores.
La gente cree que los grandes políticos, empresarios, reformistas, militares, y gente de gran repercusión en la historia del hombre fueron grandes por sus palabras pero esto es incorrecto. Sus palabras son el registro de la gran obra que ellos hicieron y el cambio que produjeron por un arduo esfuerzo y trabajo. Si bien podemos citar frases de hombres celebres como:
-"Tengo un sueño" -Martin Luther King
-"Aquel que no tenga ningún pecado que arroje la primera piedra" -Jesús
-"No hay camino para la paz, la paz es el camino" -Gandhi
-"Nadie está excluido de pedir a Dios, la puerta de la salvación está en abierta para todos los hombres" -Calvino
Todos estos hombres tuvieron un gran ministerio de obras que avalaron todas estas frases. Si alguien desea comprobarlo simplemente debe ver su biografía de vida, estudio y de lucha.
Simplemente es recomendable callarnos la boca cuando no sabemos sobre el tema, y opinar luego de investigarlo con tintes totalmente objetivos. Pero la opinión debe quedar en una simple opinión, si lo que se desea es cambiar el mundo con respecto a cierto tema o cuestión ideológica, teológica, etc, lo mejor es actuar y ser ejemplo de lo que se dice.
Está de moda mencionar el cómo deberían las personas actuar pero pocos actúan de acuerdo a su prédica. Un caso es la cuestión ideológica en lo político, otro la cuestión doctrinal, y también las filosofías de vida.
Si bien uno puede tener una gran convicción en las palabras, su hechos no demuestran para nada su discurso. Por lo tanto, muchos viven una contradicción.
Ocurre así en los miles de partidos políticos socialistas que uno se viene a cruzar en los pasillos de la UBA (Universidad de Buenos Aires). De qué socialismo están hablando si todos tienen su propia agrupación con sus propias formas del socialismo, ¿Dónde está la unión del socialismo? ¿Qué es el socialismo que predican? Claro, de esta forma su discurso no es coherente, por lo tanto, pierde autoridad.
Así también se generan miles de discursos, no con poco fundamento sino totalmente sin este, porque la palabra no es una base solida si no viene de la columna de los hechos. En definitiva: Si uno no hace nada (con respecto al tema en cuestión), no debería hablar más que una opinión.
Pero lamentablemente vivimos en una época sin ideologías firmes (hablo de los que contradicen su filosofía política con sus hechos cotidianos), llena de supuestos portadores de las verdades doctrinales salvadoras que no confieren solo a la figura de Cristo como redentor y salvador (para los cristianos), y con miles de habladores de los mejores placeres de la vida a los cuales muchos nunca han llegado a experimentar o sí pero no les ha dado la felicidad.
Aclaro, por si alguien no coincide con mi opinión, que mi postura es solo una opinión con respecto a varias experiencias de discusiones sobre asuntos que requieren de gran investigación pero tratados con individuos poco y nada formados al respecto, o sí, pero no son ejemplos vivos de lo que trasmiten con palabras. Entre ellas puedo destacar a cierto individuo que declaraba la verdad sobre el camino de Jesucristo en una doctrina determinada (la cual también yo estaba de acuerdo), y esta persona recién había leído una única vez completa la Biblia, sin la ayuda de ningún texto sobre la doctrina que defendía. El tema es que yo no declaraba que esté en contra de la doctrina, pero no estaba a favor de que esta excluía a todos de la salvación que solo Cristo puede dar.
Otro ejemplo puede ser el de un amigo que decía ser anarquista, socialista y ateo pero su vida era la de un capitalista, consumista, inundado por el deseo de algún día cercano adquiri un Audi A3.
Pero sin ahondar en los ejemplos, ya que no es de importancia remitir a eso, sino al mensaje que quiero expresar por este tipo de circunstancias que han sido de enseñanza para no discutir sobre aquello que uno no sabe o defender lo que uno no practica. Mi deseo es que más allá de saber o no, decir o no, lo relevante en este caso es el actuar. Nadie cambia el mundo con palabras, sino con acciones concretas. Y si usted, como lector, es cristiano como yo, lo invito a que sea un cristiano de hechos y no de palabras (podemos remitir al libro de Santiago para profundizar y dar un fundamento).
Jesús fue el mejor ejemplo de palabras poderosas, y este poder vino por su santidad y su ejemplo de vida. Él como redentor, dio un testimonio con su vida misma y no necesitó de dar explicaciones con respecto a lo que decía, porque simplemente él era el ejemplo.
Uno puede decir muchas cosas respecto al camino de Jesús pero puede no tener nada de eso en su vida. Simplemente es cuestión de verse a uno mismo, y preguntarse si su modo de vida coincide con lo que predica.
Obviamente uno tendrá diferentes posturas respecto a esta opinión que planteo, no es que yo tenga la razón pero simplemente deseo transmitir lo que edifica parte de mi vida y no hacer una crítica destructiva a nadie. Creo y espero haber podido explicar de forma que todos puedan comprender el mensaje principal de todo este va y ven de palabras.
En síntesis podremos resumir este texto en una frase: "Sin hechos, no hay palabras que valgan".