jueves, 17 de septiembre de 2015

La ayuda a los hermanos, una adoración

Jueces 8:1-12
Verso 6: Y los jefes de Sucot dijeron: ¿Están ya las manos de Zeba y Zalmuna en tu poder, para que demos pan a tu ejército?


¿Cuántas veces reaccionamos así cuando vemos a un visionario que tiene una misión del Señor y nos pide un poco de ayuda? Siento que muchas veces negué la ayuda por desconfiar de ese hermano que estaba haciendo lo posible en su ministerio y necesitaba tan solo una mano que yo podía tender. 
300 hombres del ejército de Gedeón para un pueblo no es mucho, sin embargo, significa un costo cuando Israel venía sufriendo del constante asedio de los madianitas y los pueblos vecinos. Es por eso que a estos hombres de Sucot tampoco les sobraba demasiado, y en esa situación es cuando viene Gedeón a pedirle pan, cuando no tienen ni para ellos.
Aveces en la necesidad de uno, Dios pide que le demos a otro necesitado. La pregunta que nos hacemos es -¿Y yo?- siempre pensamos desde el punto de vista egoísta. Pero Dios hoy me pide, dale, aunque sea poco lo que tenés. Porque así Jesús elogió a la viuda que lo daba todo y no a los ricos que en su riqueza daban lo que les sobraba. Incluso Jesús mismo entregó todo, su vida, su deleite, su santidad, para que nosotros tengamos una oportunidad.
Lejos del discurso de algunos cristianos aferrados a cuestiones psicológicas que dicen “yo tengo que estar bien para servir a otros”, Dios nos enseña que solo hay que tener un corazón con ganas y amor para servir. De esta forma crecemos, porque cuando nos sobra, todos damos (menos algunos tacaños de naturaleza). Sin embargo, cuando falta, ¿le vas a entregar el corazón a Dios?

¿En qué momento adoramos? Levantar las manos y dar gloria cuando todo sale bien está bueno, no está mal. Sin embargo, cuando falta, cuando uno no tiene ¿Adora a Dios? ¿obedece?

La vida de un cristiano debe ser la de un verdadero adorador. Muchos nos preguntamos en nuestra ignorancia cristiana: -¿Cuándo es que adoramos a Dios?-. Dios nos responde -te mandé a mi hijo, él dio la vida por vos para cumplir con mi voluntad, padeció todo lo que un humano puede padecer y hasta lo que no puede padecer, la muerte en la cruz por los pecados de otros, por amor. Bueno, así se adora-.
La adoración viene de comprender su voluntad, para ello necesitamos de Jesús y necesitamos de parecernos a Jesús. Eso significa que cuando uno ama a Dios, realmente desea hacer su voluntad, y su voluntad está en amar a tus hermanos.


Señor, me doy cuenta que no soy un buen adorador. Cuando mi vida se pone pesada y presenta un poco de dificultad empiezan mis quejas y mi falta de constancia. Ayudame a darlo todo, incluso cuando no tenga prácticamente nada. En el nombre de Jesús, amén.

martes, 1 de septiembre de 2015

"Yo di mi vida"

Un hombre fue a un concierto de música.
Viendo y escuchando las habilidosas manos y el hermoso sonido del famoso músico quedó totalmente impresionado a tal punto que deseó felicitarlo en persona.
Al salir y encontrarse con él, le dijo:  -Usted es un gran músico, yo daría mi vida por tocar así-  A lo que el músico contestó: -Yo dí mi vida para llegar a tocar así-
(fragmento de una prédica del Pastor Paul Washer)

Muchas veces nos impresionamos con personas talentosas que se destacan por su grandeza. Vemos a una patinadora que excede las capacidades comunes de cualquiera ganando medallas doradas en record, a un hombre privilegiado por su gambeta y ganando a más no poder partidos con su aporte de fútbol "extraterrestre", un nadador que regula su velocidad para seguir compitiendo y ganar más oros, un corredor que no lo frena ni el viento y un tipo que con su raqueta y simpleza se ganó hasta la admiración del mundo. (Yoona, Messi, Phelps, Bolt, Federer,etc).
Por otro lado, vemos a hombres que leemos en la Palabra que lo dieron todo por ser hombres de Dios. No hay gloria para ellos sino exilio, persecución, acusaciones, incomodidad, latigazos, muerte, etc. (Daniel, David, Esteban, Jeremías, Pablo y Jesús)
¿Qué contraste no?

Cada vez que medito en cómo agradar al Señor que lo dio todo por mí, me doy cuenta de esta realidad: saber dar la vida.
Durante años en la iglesia serví, di mi tiempo, aprendí de la Palabra, hice los cursos de pre, discipulado y ministerio. También lloré, levanté mis manos en adoración, y sentí miles de cosas. Sin embargo, hoy, por medio del quebrantamiento que Dios me está dando con su palabra, me doy cuenta que soy un entregador parcial, alguien que no estuvo entregado por completo ¿Por qué? Porque todo lo que hice no tuvo nada que ver con la entrega en obediencia a la santidad que Cristo me dio. Él no estaba siendo mi SEÑOR, dueño total de mis decisiones.

Hoy escucho en labios de muchos -Señor Jesús, quiero ser como vos- o -Daría mi vida para ser como vos-. Por el otro lado, siento que Cristo mismo les está contestando -Mientras sigas ahí hablando nada más, no va a pasar nada. Yo di mi vida para ser como yo-

Ser un cristiano no significa declarar cosas y levantar las manos en un culto, eso lo hacen los cultos paganos también. Ser cristiano es dar la vida, y eso significa someterse a la autoridad del Espíritu Santo, a su voz.
Sólo hay un método y es que Cristo sea dueño y que su Espíritu guíe. Pero sólo por medio de la oración y la Palabra, nosotros podemos escuchar su voz y obedecerla. Realmente hay una satisfacción increíble por someterse a su autoridad, hay una real victoria en la vida de un cristiano libre del pecado.

¿Estamos dispuestos a dar la vida por Jesús? Si la respuesta es negativa, Jesús no es tu Señor, y por ende, tampoco es tu salvador. Nunca vas a llegar a ser como él.
Por eso, si vas a levantar la mano y decirle que querés ser como él, ya sabés lo que tenés que hacer: darle tu vida.

lunes, 20 de abril de 2015

El becerro de oro de los cristianos

-Si lo MATERIAL es bendición de Dios, entonces creemos en un dios materialista o un ídolo echo de material.

Cada día encuentro esta realidad en mí y en las personas "cristianas" que van a un lugar que llaman "iglesia" (como si eso se tratase de un lugar). Muchos venimos a recibir algún tipo de bendición. Algunos asisten porque creen que eso los beneficiará de algún modo para su bienestar económico o social (dinero, éxito, una novia/o, amigos, etc). Hasta veo jóvenes y adultos que una vez que consiguieron lo que querían, directamente no buscan más congregarse; o el caso contrario, como no consiguieron lo que querían, dejan de congregarse. Supongo que pensarán -Dios ya me favoreció, ya no necesito más nada de él- o -Dios no me favoreció, para qué lo necesito-. Siempre hay una excusa que consideramos válida.
Si existe un ser desagradecido, este es el hombre. Hasta los perros brindan fidelidad y amor a aquellos que los cuida, pero el ser humano es tan "racional" que menosprecia cada milagro del diario vivir, e incluso menosprecia a los que a su lado, le brindan amor.
Baal era el ídolo por el cual los israelitas rompían su relación con el Dios que los salvó de la esclavitud y los llevó a la tierra fértil de Canán. Baal era el dios de las tormentas, lluvias que podían brindar cultivos y cosechas abundantes. Por lo tanto, los israelitas se vendieron a un ídolo que en teoría les iba a dar plata y comodidad.
La pregunta que me hago es ¿Cuántos cristianos hoy en día adoramos a Baal en esos lugares que llamamos iglesia? ¿Cuántos nos vendemos por unas miserables cuestiones materialistas y de comodidad, dejando de lado al Dios que nos salvó asesinando a su propio Hijo en la cruz?
Que repugnante soy al saber que soy menos fiel que un perro, que repugnante conocer mi condición humana, que doloroso ver que somos seres desagradecidos los unos a otros y con el que nos creó.

Pero aún en esta perspectiva tan negativa de los hombres desagradecidos, uno encuentra paz al saber que Dios claramente no es como nosotros. Él si es fiel y aún cuando lo vendemos por un ídolo de comodidad y placer, está ahí esperando con los brazo abiertos. Al fin y al cabo, Dios no sigue esa tradición "racional" que tanto les gusta a los hombres...

lunes, 30 de marzo de 2015

Un sueño, Una realidad. -

Un sueño, Una realidad.

Libre pero no tanto. Uno busca constantemente, y en ese arduo esfuerzo se pierde en la oscuridad. Luego se pregunta, una y otra vez, en dónde se encuentra.

Ayer desperté de un sueño.

Caminaba descalzo sobre un pasto verde que acariciaba mis pies. Nada parecía molestarme, no había frío ni calor, ni siquiera un ruido más allá de un hermoso silencio profundo. Pero esa luz del supuesto sol que deslumbraba mis ojos sin quitarme la visión, junto a un viento ni frío ni caliente que se hacía paso entre mi rostro, parecía no querer dejarme ir, como si tuviese un poder atractivo, como si me llevase de a poco en su dirección.
-Que inmensa paz- pensé, -¿Acaso existirá algo mejor que esto?- mirando aquella luz.
El hombre desea con ansias ser, destacarse, mostrarse. Incluso en el afán de la vanagloria por sus absurdos cometidos, cree que vale la pena su vida, y odia a otros por comparaciones y recelos. El hombre se convierte en un cerdo que busca comer más para ser aún más gordo y grande, y de esa manera conquistar a otros. El hombre engorda para ser visible, engorda su ego creyendo ser atractivo, otros no valen la pena ni merecen que le dirijamos la palabra, engorda su sabiduría que simples vueltas da.

Al bajar mi mirada vi que la luz hacía resplandecer mis ropas. Sin embargo, la luz me mostró que estaba mal vestido para la ocasión. Tenía manchas por doquier, las más pronunciadas en mis manos. -Qué desagradable son- sentí desprecio.
El hombre caba pozos para enterrar a otros pero sigue creyendo en su inmortalidad, como si el peso de la historia los mantendrá vivos para gloriarse, como si ser alguien te vuelve inmortal en un libro, un objeto que puede ser quemado por algún extremista.

Al observar el suelo notaba que no existía. Era una suerte de película surrealista, una incoherencia coherente, porque todo tenía sentido en aquel momento, mis pies pisaban pasto, ¡lo sentía! pero no lo podía ver. -¿Es acaso esta la fe?- reflexioné.
La libertad de los hombres es un juego entretenido para los dioses. Pero, ¿existen dioses?, si existen varios, ¿no sería una contradicción? Pero al hombre le gusta creer en contradicciones. Le gusta creer que el hombre tiene el poder para solucionar problemas que él mismo eligió tener. Algunos la llamarían la esencia de bombero piromaníaco de Perón, una contradicción.

A lo lejos detectaba como una voz llamando mi nombre, ¡pero no era mi nombre! aunque entendía que me llamaban a mí. Temía por mis manos sucias, sin tener en cuenta mis innumerables manchas con las cuales andaba en ese lugar pulcro y perfecto.
Al hombre le gusta jactarse de su sabiduría. Es más, cree saber algo y por eso le explica al mundo cómo se creó, pero el mundo se ríe del hombre, -sos tan diminuto e ingenuo- piensa al verlo orgulloso por conocer sus teorías evolutivas. Sin embargo, estos pequeños seres que somos, tienen la capacidad y la incoherencia de desafiar a los indesafiables, como si supiese algo, como si tuviese algún poder.

En ese caminar sobre la nada, observando a mi alrededor, vi que eso que parecían estrellas a lo lejos, eran sujetos que caminaban en la misma dirección que yo. Algunos hasta parecían correr, pero el camino era demasiado largo como para adelantarse, la luz en cualquier momento nos iba a alcanzar a todos. Fue en ese entonces que me di cuenta de mis manchas. Estas se volvían cada vez más detestables frente a la luz y fue el único momento en que toda esa paz pareció desaparecer.
Dicen que el infierno es un lugar ardiente. Algunos lo creen, otros no. Yo simplemente viví viendo y observando la incoherencia  del hombre, y me di cuenta que muchos no necesitaban fuego para vivir un infierno.

-¿Por qué estoy tan sucio?- lloré frente a la luz. Mi lamento se volvió tan difícil de contener que le pedí a la luz que no me alumbre más, tenía vergüenza de mi condición. Pero la luz pareció resplandecer con más fuerza y mi manchas crecían aún más. Quise taparme el rostro para dejar de ver y no sentir tanta humillación, pero ni mis ojos cerrados, ni mis manos podían tapar la vergüenza de mi suciedad.
Las personas odian al malvado, por lo tanto se odian a sí mismas. A la humanidad no le queda otra que lamentarse por su condición, o ser indiferentes y cambiar las reglas de la moral. Entonces Hitler se vuelve un gran líder, y el malvado el que gana más. El humanista se torna antihumano, y promueve la paz por medio de la pérdida de lo que alguna vez lo hizo humano. Todos alaban al hipócrita que cree cambiar el mundo, pero que su corazón ambiciona ser poderoso, seduciéndola con su nueva y moderna mentalidad. Total, algún día va a morir.

La luz brilló y no pude más que rendirme. La paz volvió. Nunca vi oscuridad, pero por momentos no pude ver por la luz. Mis manchas no estaban más, y no fui yo el que las limpió.
El hombre va a seguir siendo un simple mortal lo acepto o no. Solo tiene el poder de elegir vivir como si todo acabase cuando muera o buscar si existe una verdad más allá de su diminuta y limitada concepción basada en deseos personales.

Desde ayer que intento volver a dormir, pero no puedo. La realidad es tan fuerte y tan absurda, que los hombres no la soportan. A mí me tocó vivir la realidad y esa luz no me dejar ir hacia otro lado, y sigue enseñándome. Supongo que ya no podré dormir más, y que ese fue mi último despertar.
Intenté despertar a otros desde la realidad, sin embargo me encontré que muchos hombres, prefieren soñar y seguir creyendo que la realidad es subjetiva, y tristemente, no despertar jamás.