lunes, 30 de marzo de 2015

Un sueño, Una realidad. -

Un sueño, Una realidad.

Libre pero no tanto. Uno busca constantemente, y en ese arduo esfuerzo se pierde en la oscuridad. Luego se pregunta, una y otra vez, en dónde se encuentra.

Ayer desperté de un sueño.

Caminaba descalzo sobre un pasto verde que acariciaba mis pies. Nada parecía molestarme, no había frío ni calor, ni siquiera un ruido más allá de un hermoso silencio profundo. Pero esa luz del supuesto sol que deslumbraba mis ojos sin quitarme la visión, junto a un viento ni frío ni caliente que se hacía paso entre mi rostro, parecía no querer dejarme ir, como si tuviese un poder atractivo, como si me llevase de a poco en su dirección.
-Que inmensa paz- pensé, -¿Acaso existirá algo mejor que esto?- mirando aquella luz.
El hombre desea con ansias ser, destacarse, mostrarse. Incluso en el afán de la vanagloria por sus absurdos cometidos, cree que vale la pena su vida, y odia a otros por comparaciones y recelos. El hombre se convierte en un cerdo que busca comer más para ser aún más gordo y grande, y de esa manera conquistar a otros. El hombre engorda para ser visible, engorda su ego creyendo ser atractivo, otros no valen la pena ni merecen que le dirijamos la palabra, engorda su sabiduría que simples vueltas da.

Al bajar mi mirada vi que la luz hacía resplandecer mis ropas. Sin embargo, la luz me mostró que estaba mal vestido para la ocasión. Tenía manchas por doquier, las más pronunciadas en mis manos. -Qué desagradable son- sentí desprecio.
El hombre caba pozos para enterrar a otros pero sigue creyendo en su inmortalidad, como si el peso de la historia los mantendrá vivos para gloriarse, como si ser alguien te vuelve inmortal en un libro, un objeto que puede ser quemado por algún extremista.

Al observar el suelo notaba que no existía. Era una suerte de película surrealista, una incoherencia coherente, porque todo tenía sentido en aquel momento, mis pies pisaban pasto, ¡lo sentía! pero no lo podía ver. -¿Es acaso esta la fe?- reflexioné.
La libertad de los hombres es un juego entretenido para los dioses. Pero, ¿existen dioses?, si existen varios, ¿no sería una contradicción? Pero al hombre le gusta creer en contradicciones. Le gusta creer que el hombre tiene el poder para solucionar problemas que él mismo eligió tener. Algunos la llamarían la esencia de bombero piromaníaco de Perón, una contradicción.

A lo lejos detectaba como una voz llamando mi nombre, ¡pero no era mi nombre! aunque entendía que me llamaban a mí. Temía por mis manos sucias, sin tener en cuenta mis innumerables manchas con las cuales andaba en ese lugar pulcro y perfecto.
Al hombre le gusta jactarse de su sabiduría. Es más, cree saber algo y por eso le explica al mundo cómo se creó, pero el mundo se ríe del hombre, -sos tan diminuto e ingenuo- piensa al verlo orgulloso por conocer sus teorías evolutivas. Sin embargo, estos pequeños seres que somos, tienen la capacidad y la incoherencia de desafiar a los indesafiables, como si supiese algo, como si tuviese algún poder.

En ese caminar sobre la nada, observando a mi alrededor, vi que eso que parecían estrellas a lo lejos, eran sujetos que caminaban en la misma dirección que yo. Algunos hasta parecían correr, pero el camino era demasiado largo como para adelantarse, la luz en cualquier momento nos iba a alcanzar a todos. Fue en ese entonces que me di cuenta de mis manchas. Estas se volvían cada vez más detestables frente a la luz y fue el único momento en que toda esa paz pareció desaparecer.
Dicen que el infierno es un lugar ardiente. Algunos lo creen, otros no. Yo simplemente viví viendo y observando la incoherencia  del hombre, y me di cuenta que muchos no necesitaban fuego para vivir un infierno.

-¿Por qué estoy tan sucio?- lloré frente a la luz. Mi lamento se volvió tan difícil de contener que le pedí a la luz que no me alumbre más, tenía vergüenza de mi condición. Pero la luz pareció resplandecer con más fuerza y mi manchas crecían aún más. Quise taparme el rostro para dejar de ver y no sentir tanta humillación, pero ni mis ojos cerrados, ni mis manos podían tapar la vergüenza de mi suciedad.
Las personas odian al malvado, por lo tanto se odian a sí mismas. A la humanidad no le queda otra que lamentarse por su condición, o ser indiferentes y cambiar las reglas de la moral. Entonces Hitler se vuelve un gran líder, y el malvado el que gana más. El humanista se torna antihumano, y promueve la paz por medio de la pérdida de lo que alguna vez lo hizo humano. Todos alaban al hipócrita que cree cambiar el mundo, pero que su corazón ambiciona ser poderoso, seduciéndola con su nueva y moderna mentalidad. Total, algún día va a morir.

La luz brilló y no pude más que rendirme. La paz volvió. Nunca vi oscuridad, pero por momentos no pude ver por la luz. Mis manchas no estaban más, y no fui yo el que las limpió.
El hombre va a seguir siendo un simple mortal lo acepto o no. Solo tiene el poder de elegir vivir como si todo acabase cuando muera o buscar si existe una verdad más allá de su diminuta y limitada concepción basada en deseos personales.

Desde ayer que intento volver a dormir, pero no puedo. La realidad es tan fuerte y tan absurda, que los hombres no la soportan. A mí me tocó vivir la realidad y esa luz no me dejar ir hacia otro lado, y sigue enseñándome. Supongo que ya no podré dormir más, y que ese fue mi último despertar.
Intenté despertar a otros desde la realidad, sin embargo me encontré que muchos hombres, prefieren soñar y seguir creyendo que la realidad es subjetiva, y tristemente, no despertar jamás.