-Si lo MATERIAL es bendición de Dios, entonces creemos en un
dios materialista o un ídolo echo de material.
Cada día encuentro esta realidad en mí y en las personas
"cristianas" que van a un lugar que llaman "iglesia" (como
si eso se tratase de un lugar). Muchos venimos a recibir algún tipo de
bendición. Algunos asisten porque creen que eso los beneficiará de algún modo
para su bienestar económico o social (dinero, éxito, una novia/o, amigos, etc).
Hasta veo jóvenes y adultos que una vez que consiguieron lo que querían,
directamente no buscan más congregarse; o el caso contrario, como no
consiguieron lo que querían, dejan de congregarse. Supongo que pensarán -Dios
ya me favoreció, ya no necesito más nada de él- o -Dios no me favoreció, para
qué lo necesito-. Siempre hay una excusa que consideramos válida.
Si existe un ser desagradecido, este es el hombre. Hasta los
perros brindan fidelidad y amor a aquellos que los cuida, pero el ser humano es
tan "racional" que menosprecia cada milagro del diario vivir, e
incluso menosprecia a los que a su lado, le brindan amor.
Baal era el ídolo por el cual los israelitas rompían su
relación con el Dios que los salvó de la esclavitud y los llevó a la tierra
fértil de Canán. Baal era el dios de las tormentas, lluvias que podían brindar
cultivos y cosechas abundantes. Por lo tanto, los israelitas se vendieron a un
ídolo que en teoría les iba a dar plata y comodidad.
La pregunta que me hago es ¿Cuántos cristianos hoy en día
adoramos a Baal en esos lugares que llamamos iglesia? ¿Cuántos nos vendemos por
unas miserables cuestiones materialistas y de comodidad, dejando de lado al
Dios que nos salvó asesinando a su propio Hijo en la cruz?
Que repugnante soy al saber que soy menos fiel que un perro,
que repugnante conocer mi condición humana, que doloroso ver que somos seres
desagradecidos los unos a otros y con el que nos creó.
Pero aún en esta perspectiva tan negativa de los hombres
desagradecidos, uno encuentra paz al saber que Dios claramente no es como
nosotros. Él si es fiel y aún cuando lo vendemos por un ídolo de comodidad y
placer, está ahí esperando con los brazo abiertos. Al fin y al cabo, Dios no
sigue esa tradición "racional" que tanto les gusta a los hombres...