lunes, 5 de agosto de 2013

El día en que Dios salvó a un borracho rico - Relato - por Martín Kim


En las lejanas y remotas tierras del norte de la península asiática, Kim disfrutaba del alcohol entre otros seis ricachones y terratenientes de la zona.
En medio de carcajadas y alaridos, estos hombres se sentaban en ronda contando sus anécdotas de cómo habían conquistado a sus mujeres, mientras que otros simplemente hacían alarde de lo mucho que habían pagado por sus esposas. Kim, un hombre grande de unos cuarenta años, era un tipo carismático entre ellos, nunca dejaba que otro llevara las riendas del encuentro, ese era su orgullo. Él los organizaba y él los guiaba. Cada semana por medio los terratenientes buscaban motivos diferentes para encontrarse pero eran simples excusas. Sólo para dar un buen argumento a sus mujeres, estos hombres salían de parranda y borracheras diciendo que iban a hacer algunos negocios.
Pero una noche no tan fría de otoño a principios del siglo XX, mientras estos hombres festejaban entre carcajadas y gritos la adquisición de un terreno nuevo, Kim cae repentinamente sobre la mesa y derrama todo el alcohol, mojando a sus compañeros y dejando un silencio absoluto, en el cual los otros seis ricachones se miran atónitos. Uno creía que era el alcohol que le había hecho un rápido efecto y con un par de cachetadas intenta despertarlo, pero los demás entienden que Kim no era tan débil como para emborracharse con un par de bazos. Luego de un largo silencio, porque el que interrumpía los silencios siempre era Kim, uno de sus compañeros lo levanta cargándolo y le grita a los demás: 
_¡Rápido! llevémoslo al hospital_. 
Todos embarullados se mueven y lo meten en uno de los carruajes para transportarlo lo más rápido posible.
En el hospital, un joven médico casi dormido ve llegar a estos hombres que le hacen señas y gestos. Éste abre la puerta con urgencia y lo llevan a la precaria sala donde es atendido por este mismo médico y algunas enfermeras. El médico ve que el asunto es un tema delicado y manda a una de las enfermeras a llamar al jefe del hospital que vive a unas cuadras del lugar.
Un compañero de Kim decide dar aviso a la familia y corre hacia afuera. Kim no reacciona ante ningún intento del joven médico y los demás compañeros le ponen presión para que actúe rápido pero éste ya no sabe más que hacer. Es en ese instante cuando llega un hombre grande caminando a pasos acelerados y colocándose su guardapolvo. El doctor principal primero envía a que todos se vayan de la sala con autoridad y comienza a revisar al hombre pero no es bueno el pronóstico, aunque Kim sigue presentando signos vitales éste está en un estado vegetativo y no reacciona. El doctor manda a poner el único respirador y a asistirlo con lo poco que hay en el único y precario hospital de la ciudad. 
Al salir de la sala, el doctor se encuentra ante la mujer de este hombre que se avalancha contra él y le pide explicaciones. Ella tiene una mirada perdida y no entiende aún que ocurre y los compañeros de Kim intentan calmarla para escuchar al doctor. Mientras tanto unas cuantas mujeres más jóvenes aturdidas también acompañan a esta mujer, son las hijas del asistido. Pero el doctor tiene que dar la noticia: 
_difícilmente, este hombre se levante y vuelva a tener una vida normal, capaz sea momento de prepararse para despedirlo_.

Durante los primeros días, Kim recibe muchas visitas al hospital y muchos hombres no pueden entender como este hombre yacía de manera indefensa en una cama sin reacción alguna. Cada hombre que pasaba, buscaba algún motivo por el cuál este líder social y de negocios tuvo que caer de manera tan absurda en coma. Su mujer recibía aliento de parte de ellos, pero ella entendía que no había muchas esperanzas. No había hijo que lo suceda y el dinero pronto se acabaría con el costoso precio del hospital, y la administración de las tierras era asunto de su esposo y pronto tendría que venderlas porque una mujer no podía encargarse de ellas. Entiende que si la situación no se reverte deberá estar buscando otro hombre pero ya es tarde para su edad, quién querría casarse con una mujer tan adulta. Solo puede casar a sus hijas y luego esperar un futuro incierto.
En la desesperación, la mujer empieza a adornar la habitación con dibujos, frutas, vegetales y algunas imágenes. Prende algunas velas e incensarios y comienza a evocar a los espíritus. Sus ancestros le habían enseñando esas técnicas confusionistas y de chamanismo para rituales que atraigan la buena suerte y curen al casi difunto, pero ella se siente ridícula. Nada ocurre.
Las visitas ya no son tantas como la primera semana, y cada vez son menos los que tienen interés en la salud de Kim. Sus hijas se preparan para ser casadas a temprana edad y la mujer se quiebra frente al dormido hombre. Entre lágrimas ve hacia el cielo y balbucea unas pocas palabras:
 _si existe algún dios, que me ayude_. 
Un hombre a la puerta de la habitación del hospital ve la desesperación de la mujer. Este hombre no puede evitar escuchar las súplicas de la mujer y entiende que está buscando a algún ser sobrenatural que pueda acudir en su desesperación.
El hombre con mucho respeto interrumpe pidiendo permiso para entrar a la habitación. La mujer seca sus lágrimas y lo ve con desconfianza, no es un hombre que ella conozca o que sepa que ha trabajado con su marido. Pero este hombre se presenta:
 _disculpe, soy el pastor de la pequeña iglesia que está a unos pocos metros. No pude evitar ver su dolor y quisiera ayudar_. 
La mujer desconfiadamente lo observa y le pregunta qué es lo que puede hacer por ella y su esposo. El pastor con una mirada compasiva y tranquilizante dice: 
_Usted quería saber si Dios existe, y si la puede ayudar. Bueno, yo conozco a ese Dios y quiero presentárselo a usted y a su familia_
Atónita ante el mensaje, solo dice unas palabras para ahuyentar al hombre: 
_Si ese Dios existe, entonces que cure a mi esposo y que él se levante nuevamente. De esta forma yo voy a creer_
El pastor sonríe ante la respuesta y hace un pacto con la mujer: 
_Yo oraré invocando a Dios, y el hijo de este mismo Dios, Jesús, quien nos da la oportunidad de conocerlo, será quien cure a su esposo.  Y así, usted creerá y entenderá que éste es el único Dios verdadero_
La mujer accede ante las palabras del pastor y este pone sus manos en las manos de Kim y ora por la salud de éste. La mujer no podía comprender lo que sucedía en su interior mientras el pastor oraba, ella sabía que no había más esperanzas que creer en este hombre desconocido y aceptar esas palabras y a ese tal Jesús. De esta manera, simplemente cierra los ojos junto al pastor y deja que este proceda.
Las lágrimas corren por su rostro y suspira cada vez que el pastor dice _en el nombre de Jesús_ Ella simplemente, se deja llevar. 
Cuando el pastor termina, la mujer es tocada por una mano que toma la suya. Ella piensa que el doctor se está despidiendo y abre poco a poco sus ojos secándose las lágrimas. Ante su sorpresa el pastor está a un lado y el que toma la mano de ella es Kim, quien aún acostado y con un solo ojo abierto la mira y le dice: 
_Dios, Dios nos salvó_

Esta es la historia de mi bisabuelo. Él tuvo la oportunidad de conocer a Cristo por medio de este suceso milagroso hace casi cien años atrás en lo que hoy día es Corea del Norte. 
Sinceramente no sé bien los detalles de la historia, pero muchos me fueron narrados por mi Papá quien aún conserva algunos datos de este suceso tan estremecedor y maravilloso para mi familia. Como amo escribir y crear historias, qué mejor que completar esta historia que solo se de a pedazos sobre cómo Jesús llegó a la familia de mi papá y luego él nos dio ese legado de Fe que hoy tanto le agradezco.
Si hay algo que es verdad de toda esta historia, es que mi bisabuelo cayó en un estado de muerte cerebral o estado vegetativo y ante los intentos de brujería de mi bisabuela, un pastor, que anhelo conocer cuando vaya al Reino de los Cielos, le predicó sobre Jesús a mi bisabuela. Ella lo desafió diciendo que si Dios era real que curara a su marido y el milagro sucedió luego de la oración del pastor.
Lo mas grandioso de todo esto es que aún mi abuelo no había nacido, y que fue tan sano luego del milagro mi bisabuelo que lo tuvo luego de este incidente. Pero aún hay algo más grandioso que todo esto, y es que gracias a esa pequeña prédica, hoy día mi familia disfruta de compartir el gran amor de Jesús y de entender de que creer en el único Dios vale la pena. ¡Gloria a Dios!

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