El maestro que cuando te desaprobó te dio otra oportunidad hasta que apruebes
El maestro que buscó sacar lo mejor de vos en los momentos en que nadie veía nada bueno
El maestro que se ensució con vos para enseñarte y no tuvo miedo de rebajarse
El maestro que cuando todos te hacían bulling vos lo escuchaste decirte "yo te banco"
El maestro que te aconsejó para sacarle jugo a la vida sirviendo a otros
El maestro que te dio un abrazo en los momentos más difíciles de tu vida
El maestro que creyó en vos cuando ni tus papás confiaban en vos
El maestro que te enseñó a ser humilde aún siendo el mejor entre los demás
El maestro que no le importó cuanto pagaban y aún puso de lo suyo
El maestro que te enseñó a amar de verdad sin intereses humanos
El maestro que supo amar de verdad y dar la vida
El maestro que lo dio todo por sus alumnos y te enseñó a dar más que recibir
El maestro que da la vida
El maestro que te enseñó a ser maestro con su ejemplo
El maestro de los maestros
Yo conozco a ese maestro, y conozco a maestros que siguen ese ejemplo de maestro.
Aún cuando nunca te di ningún dinero o hasta incluso te rechacé, vos me amaste porque sabés como ser el mejor maestro. No sos interesado como los maestros de este mundo o incluso yo mismo, sos un maestro que me enseñó a valorar la vida como un camino a la eternidad, un maestro que me enseñó valores y una moral que nunca cambian mientras la humanidad se desvirtúa. El maestro que necesité, necesito y necesitaré siempre sos vos.
Gracias Jesús, mi maestro, mi salvador, mi rey y Señor.
Espero sean maestros formales o informales, podamos seguir el ejemplo de este maestro de verdad. El mismo creador del universo, el que se hizo hombre para enseñarle a los hombres y que dio la vida para enseñarnos el camino. Nadie nunca en la historia lo va a superar, ningún profeta o maestro dio la vida literalmente por sus seguidores, pero Jesús sí. Yo quiero seguir ese ejemplo hasta que me muera.
¡Feliz día del maestro a todos!
Un espacio creado para compartir artículos, poemas, reflexiones, pensamientos, imágenes, etc. Con una perspectiva crítica y una mirada cristiana bíblica de los acontecimientos, realidades y experiencias.
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jueves, 11 de septiembre de 2014
"El maestro que... "
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Poemas
martes, 8 de julio de 2014
"Cómo hacer que tu hijo coma pescado" - La ley del ejemplo
Hoy, como todas las mañanas, me desperté temprano para ir a trabajar. Antes de salir visualicé un rico sandwich que mi mamá había dejado sobre la mesa para que desayune. Lo tomé y prendí la tele.
Lo curioso fue que al poner el noticiero de la mañana, una mujer aconsejaba a los periodistas que incluir el pescado en la dieta daría múltiples beneficios en materia de vitaminas, especialmente en niños. Pero los periodistas lejos de su profesionalismo, llenos de subjetividades ponían expresiones de asco y de menosprecio ante el consejo.
El pescado es un alimento que despierta mucho interés en algunas culturas pero en otras no tanto, hay personas que realmente disfrutan de comer pescado y otras que ni siquiera desean verlo. Es por eso que aún siendo un alimento muy útil y bueno, muchos prefieren no tenerlo en cuenta en sus menúes familiares.
Pero sin irme de tema, lo que me llamó la atención no fue el hecho de incluir el pescado en la dieta y sus múltiples beneficios, ya que era algo que conocía de antemano, sino el consejo que esta nutricionista dio a los periodistas que ante la propuesta planteaban el cómo darle este alimento a los chicos quienes eran los más beneficiados.
La mujer dijo "si quieren que sus hijos coman pescado, ustedes tienen que mostrarle que comen pescado" ¿Fácil no? Al oírlo se me hizo una mueca en el rostro pensando que esta profesional de las dietas había dicho un principio básico de la humanidad: dar el ejemplo.
Hoy en día, y en todas las épocas fue así, los padres reclaman a sus hijos más estudio, no ser vagos, ser bondadosos, ser honestos, no mentir, profesionalismo, destacarse en la sociedad, esfuerzo, ganar mucho dinero, obediencia, escuchar, puntualidad, ser sabios, las mejores notas, hacer ejercicio, casarse con el/la mej@r, y así podemos seguir con una lista infinita de requisitos ideales para ser un "buen hijo" (yo diría superman o la mujer maravilla). Pero ¿Cuál es el dilema que cruza todo hijo/a en esta situación de reclamo permanente?
Podríamos decir que hasta no hace mucho, los hijos de carpinteros eran carpinteros y el hijo del rey heredaba la corona. Pero la realidad demuestra que este principio no ha cambiado mucho. Capaz me digas que estoy equivocado, que los hijos ya no siguen lo mismo que los padres ¿A sí? Es verdad que hoy en día la sociedad ha dado vuelcos inesperados y que desde que el capitalismo nos enseñó la posibilidad del "American Dream" (sueño americano), las personas tienen un abanico abierto de posibilidades para su crecimiento personal. Pero el paso del tiempo nos ha demostrado que pocos hombres y mujeres que han nacido en un contexto de marginalidad y pobreza, han superado esa cuestión, y que los hijos de hombres y mujeres que no han terminado sus estudios universitarios, probablemente no tengan tanto interés de concretar lo que los padres no terminaron ¿Por qué?
Los padres son el ejemplo principal de toda criatura que nace en este mundo (exceptuando casos obvios), son lo primero que todo hijo ve, lo que primero idealizan, aquellos a los cuales se aferran durante toda su niñez. Si los padres no leen, el hijo probablemente no lo haga, al menos que tenga una influencia externa que lo esté motivando a hacer.
Todavía recuerdo el caso de un predicador de jóvenes adolescentes. Él me contaba indignado la situación que vivían sus jóvenes ovejas. Muchos padres venían a él pidiéndole ayuda para que el adolescente estudiase mejor y pudiese tener un hábito de estudio y lectura constante para que su hijo fuese un hombre profesional y estudioso. Ante ese reclamo, el predicador le preguntó a una de esas madres en cuestión qué era lo que ella siempre hacía al llegar de su casa del trabajo. La respuesta de esa madre fue que al llegar siempre se sentaba en el sofá y miraba novelas ¡Ese era su rutina diaria! Trabajar y mirar novelas -¿Qué pretende que hagan los hijos de esa mujer que mira novelas y trabaja?- me decía indignado el predicador -¿Que sea un gran estudioso?-. El predicador pudo ver que si la madre no comía pescado, lo más probable era que el hijo no lo hiciese.
Y yo recordaba a mis padres. Cada noche que yo iba a darles mis buenas noches, los veía a ambos acostados, rascándose la panza con una mano y con la otra mano tomando un libro. No tardé mucho en aprender el hábito de que antes de dormir, tenía que tener una mano en mi panza y la otra en un libro (vi comer pescado a mis papás y así yo también comí pescado).
Pero hay una excepción a la regla.
Mis padres también fueron una influencia para mí. Hoy yo puedo decir con orgullo que soy, en mayor parte, producto de lo que ellos fueron y son. (En su mayoría, porque lo que no saque de bueno de ellos, lo saqué del ejemplo de Dios, quien es mi padre creador).
Aún cuando ellos nunca pudieron entrar a la universidad por falta de recursos económicos, ellos desearon que yo sí lo hiciese. Hoy mi hermano mayor ya se recibió de abogado, en mi caso, estoy a días de recibirme de licenciado en ciencias de la comunicación y mi hermana está a unos meses de su licenciatura en relaciones internacionales. Pero no fue fácil para ninguna de las dos partes, tanto para mis padres como para mis hermanos y yo.
Por un lado, mis padres deseaban que nosotros pudiésemos terminar la carrera y nos incentivaron con apoyo económico y enseñándonos valores como la lectura, siendo ellos mismos ejemplos de lectura y estudio personal. Pero por otro lado, ellos nunca habían contando con la posibilidad de la experiencia de ser un universitario y esto llevó a varios conflictos y malentendidos. Reclamaban esas notas "altas" que en ciertas materias eran muy difíciles de obtener, constantemente nos acosaban con preguntas como "'¿no estudias?" cuando capaz ya habíamos terminado de rendir los exámenes. Con el tiempo, ellos fueron aprendiendo con nosotros que había cuestiones universitarias más allá de lo que "el populacho" decía, y de esta manera se fueron tornando más comprensibles. Y esa es la cuestión, ser comprensibles.
El comprender que nosotros no podemos reclamar una cuestión que nosotros no hicimos lleva a poner freno a nuestro reclamo y transformarlo en un consejo. La comprensión está ligado a la idea del amor, porque comprender implica ponerse en el lugar de la otra persona y tratar de sentir lo que esa persona experimenta.
Cuando uno comprende se transforma de alguna manera en una persona sabia, que entiende que no hay forma de enseñar si no es por medio del ejemplo. Entonces, si uno "reclama" a sus hijos o alumnos, ciertos resultados, la sabiduría nos muestra primero a nosotros quienes somos y luego a ponernos en su lugar, ser ejemplos, para aconsejar.
Y acá no hay mejor maestro que Jesús. Él entendió que si quería darle una lección a la humanidad tenía que vivir con nosotros y mostrarnos en carne propia lo que había que realizar por el mundo.
Él con su sabiduría entendía que ni siquiera él siendo Dios podía enseñarnos sin ejemplo, sentarse en su trono y bajar su línea de reglamentos no serviría de nada. ¡Porque él nos creó! Él sabía que nosotros no aprendemos sin ejemplo, y por lo tanto, así lo hizo, dio el ejemplo (comió pescado frente a nosotros para que nosotros comiéramos pescado).
Es por eso que aquellos que por fe aceptaron este evangelio de salvación que nos heredó Cristo, hoy tienen como meta máxima ser igual a él, que dio la vida por amor y para salvación de la humanidad ,y así lo hacen los que verdaderamente siguen sus pasos.
Un verdadero cristiano se distingue de un "cristiano" nominal porque su propósito está en seguir los pasos de Jesús, no los pasos de los hombres del mundo ¿Cómo detectar falsos cristianos? Fijate cuál es su propósito de vida, qué lo motiva, qué valores tiene. Porque así como todo hijo aprende de sus padres, todos aquellos que por fe en Cristo, se convirtieron en hijos de Dios, siguen los pasos de su Padre celestial.
ESTA ES LA EXCEPCIÓN DE LA REGLA. Aquellos que tomaron la identidad de hijos de Dios, hoy serán diferentes a sus padres terrenales, porque claramente siguen a otro ejemplo y es Jesús. En realidad la ley de ejemplo no cambió, sino que cambiamos el que va a ser nuestro ejemplo.
Por eso, esta pequeña nota sobre "cómo hacer que tu hijo coma pescado" me dejó esta enseñanza: Si uno desea desea cambiarle la vida y los hábitos a otros, entonces tiene que ser ese ejemplo de cambio. Pero si uno desea realmente cambiar su vida, entonces tiene que buscar el mejor ejemplo a seguir.
Gracias a Dios mis padres eligieron a Jesús, y ese ejemplo llegó también a mi vida, y yo también elegí al maestro de maestros.
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Reflexiones
jueves, 22 de mayo de 2014
“El me enseñó a llevar la cruz” - Simón de Cirene
“El me enseñó a llevar la cruz” - Simón de Cirene
Me encontré en una noche larga que no podía conciliar el sueño, envolviendo algunos objetos de utilidad en el viaje y recordé cómo mi padre vivió enseñándome a temer a Jehová. En mi corazón siempre abrigué la esperanza de que en algún momento de mi vida podría ver cumplida su promesa, la llegada del que justificaría al mundo, el que nos salvaría de la opresión de este mundo. Surgían preguntas de cómo sería ese magnífico hombre santo que daría libertad a Israel, qué aspecto tendría, cómo sonaría su voz, de qué manera traería paz a nuestro pueblo.
Tomé algunas monedas para comprar el sacrificio que ofrecería en el templo, envolví unos cuantos panes y llené mi cantimplora de vino. Todo estaba preparado para el largo viaje hacia Jerusalén pero mi mente seguía pensativo y esbocé una simple frase hacia el cielo “quisiera conocer tu gloria, Señor”.
A la mañana siguiente, apenas el sol nacía, tomé mis pertenencias y saludé a mi amada esposa y a mis dos hijos pequeños. Algún día ellos irían junto a mí a ofrecer los sacrificios a nuestro creador.
Me reuní junto al grupo de cireneos que también partirían esa mañana hacia la tierra donde alguna vez el rey David había establecido su reino. Cada año era emocionante encontrarme con mis compañeros de viaje, José y Matías, charlar junto a ellos durante esos largos caminos sentados en nuestros camellos y compartir el pan cantando esas alabanzas que desde pequeños nos enseñaban.
Cada vez que nos acercábamos más a la gran ciudad, muchos más peregrinos se unían a nosotros y durante las noches, se podía ver un infinito grupo de carpas reunidas y fogatas para ahuyentar los animales del desierto.
Recuerdo que una noche José no podía conciliar el sueño y nos quedamos ambos junto al fuego mirando las estrellas. José anhelaba entender como nuestro padre Abraham había podido tener tal fe como para creer que en sus 100 años tendría una descendencia tan numerosa como las luces que veía en el cielo. _Simón_ me llamó _quisiera ver cómo es que Jehová bendice a las naciones a través de nosotros, supuestamente eso es la promesa que recibió nuestro padre Abraham_. En mi mente sólo tenía esperanzas de ver la promesa cumplida y otra vez mirando al cielo mencioné suavemente “Si llegase el Mesías, quiero estar cara a cara a él y reconocerlo, ¡No quisiera perderme la oportunidad!"
Llegando a la gran ciudad uno debía cuidar sus pertenencias de aquellos que hacían de este momento una oportunidad para quitarte las pertenencias. La opresión romana había hecho que Israel atravesase un momento de dificultad y de escasees, que generó una gran bandada de ladrones y rebeldes.
Veía que había mucho escándalo en el tribunal del gobernador y que grandes multitudes gritaban que crucificasen a alguien. Supuse que era otro de esos ladrones o vándalos que los romanos habían atrapado.
Al acercarme al templo vi que los caminos estaban obstaculizados por multitudes que dejaban el paso a hombres que pasaban con sus cruces. Cuando me di vuelta, vi que Matías y José ya se habían alejado y la intriga por lo que sucedía me mantuvo cerca del tumulto.
Intenté preguntar a alguna de las mujeres que estaban llorando, pero sus respuestas eran lágrimas y parecían muy desconcertadas por lo que sucedía. Un hombre me dijo que estaban por ejecutar a un gran profeta que había realizados grandes milagros en todo el territorio judío. Le pregunté si no era ese tal Jesús de Nazaret a quien querían ejecutar y mirándome a los ojos por un momento me asintió levemente con su cabeza.
El rumor del profeta Jesús había llegado hasta mi lejana ciudad de Cirene. Todos comentaban de sus grandes milagros y de que no se había visto nada similar incluso desde los tiempos de Moisés. Algunos afirmaban que era un profeta pero muy poderoso, otros creían que podría llegar a ser el Mesías prometido, pero yo era escéptico a la cuestión, quería verlo y comprobarlo con mis propios ojos. Pero al escuchar la noticia de que lo iban a ejecutar pensé por un momento que sería poco probable que el que vendría a reinar en el trono de David, esté siendo llevado a la cruz.
Estaba por darme la vuelta e seguir mi camino al templo cuando vi que se acercaban los condenados. Otra vez la curiosidad no me permitía perderme la oportunidad de ver a ese hombre del que tanto hablaban.
Mientras se iban acercando la multitud gritaba tanto agresiva como de tristeza. El pueblo parecía dividido ante el veredicto de las autoridades y algunos incluso buscaban golpear al profeta. Pero era extraño, este hombre no ofrecía resistencia y a pesar de verse completamente ensangrentado y muy dolorido por las incontables heridas, tomaba su cruz con mucha fuerza. Una y otra vez se cayó a lo largo de los pocos metros que quedaban hasta donde estaba yo, y fue entonces cuando pasó lo inesperado.
_ ¡Vos!_ miré atónito _¡Si! ¡vos! el morocho_ miré al centurión montado en su caballo que me señalaba con gestos amenazantes. _¡Ayudá a tu rey con la cruz!_.
El primer pensamiento que se me cruzó en la cabeza fue “ese no es mi rey”. Pero ante la amenaza, los empujones de las mujeres tristes y la lástima que sentí por el hombre, le pedí a una mujer que sostuviese mis pertenencias y me preparé para levantar la cruz con el condenado.
Antes de tomar la cruz noté que toda mi ropa quedaría manchada de la sangre del hombre, no solo por estar en contacto con Jesús sino por la sangre que había quedado impregnada en el madero. Pero por tardar ligué un golpe certero de látigo en mi espalda que me hizo caer al piso y maldecir de mil formas, ¡yo no era culpable! pensé.
No quería otro golpe, por lo tanto, me levanté y tomé rápido el pesado madero junto a Jesús. Él no pronunciaba palabras sino que con su rostro hacía adelante miraba el camino. Ante uno y otro golpe de látigo hacia el hombre, yo no podía más que tratar de pensar en cómo podría estar soportando semejante condena un hombre que no parecía tener en absoluto algo de maldad. Su rostro era sereno y denotaba paz.
Yo maldecía una y otra vez tomando el madero ensangrentado y me preocupaba por la leve herida que me había dejado el latigazo, pero veía a Jesús y éste no emitía queja sino que en tanto caminaba y se caía, ¡tomaba su cruz una vez más y parecía adorar! ¡Qué locura!
Un condenado no adora, un hombre que está llevando un sufrimiento como este no puede estar en paz, este cuerpo tan ensangrentado no puede seguir persistiendo en llevar este pesado objeto, etc, etc. Este hombre era un loco, o estaba frente al posible Mesías santo razoné.
No, no podía ser. El Mesías no sufriría semejante humillación, él debería ser el Rey que gobierne en el trono de David. Pero como si un fugaz golpe de entendimiento golpease mi cabeza, surgió el pasaje de las escrituras del profeta Isaías “El sufrió por nuestras transgresiones”.
Esta vez no miré al cielo, sino miré a Jesús fijamente mientras cargábamos juntos el pesado madero. “Jehová ¿Este es tu Hijo?” fue mi oración. En ese momento Jesús hizo lo posible en mirarme y esbozar una pequeña sonrisa de calidez, ese tipo de sonrisa paternal llena de amor. Inevitablemente comencé a llorar y a pensar nuevamente si esto no era una locura.
Latigazos, caídas, raspones, sangre hasta en sus manos, soldados riéndose y una multitud gritando todo tipo de cosas. Nada era suficiente para Jesús, parecía que entendía muy bien hacia dónde iba y cuál era su fin. Sin que me diese cuenta, en un momento mientras seguía llorando por la repentina revelación, Jesús había puesto su mano sobre mi hombro y hasta él cargó más peso que yo. Era admirable, quería aprender de él, en un camino triste y hacia la muerte parecía tener ganas de enseñarme a no darme por vencido, todo sin palabras, simplemente llevaba la cruz.
En esa última subida hacia el monte donde finalmente lo crucificarían, Jesús parecía decirme algo. Entre signos de dolor y totalmente agotado, susurró unas palabras antes de soltar la cruz frente al Gólgota “ya ofreciste tu sacrificio, hijo”.
Soltamos la cruz y quedé unos minutos tendido en mis rodillas, recuperando el aire y mirando la crucifixión del justo hombre. Vi cómo él parecía dispuesto a morir, cómo ofrecía cada mano para ser clavada y no se resistía ante la cruel condena. Su desnudez me hicieron recordar mi condición de pecador y sobre mis rodillas lloré “Señor, soy pecador”. Nuevamente la palabra de Isaías hacía eco en mi mente “llevó nuestras rebeliones”.
Agotado y aturdido volví al pueblo a buscar mis pertenencias y a mis compañeros. Luego de pasar la noche, nuevamente temprano nos preparábamos para salir al desierto hacia la Cirene.
Jesús había revolucionado mi manera de ver el sufrimiento y el dolor, él había realizado mi sacrificio, no debía comprar ningún cordero, por lo tanto, entendía que mi vida no sería la misma desde ese momento. Quién como él podía soportar semejante condena sin ser culpable, ningún ser humano estaría tan dispuesto a morir, nadie buscaría amar mientras sufre, solo podría venir de Dios ese poder.
Miraba el cielo mientras pisaba la arena que de a poco iba tomando calor. “Ayer conocí al Mesías cara a cara” pensé, pero de una forma extraña. Él me había enseñado a llevar su cruz.
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Relatos
lunes, 21 de abril de 2014
Callar la verdad por dinero - Mateo 28:11-20
Testigos de la resurrección callados por el dinero o discipuladores de las naciones
En este pasaje de mateo se ve un contraste entre lo que debería hacer un discípulo de Cristo, la gran comisión, y lo que puede llegar a callar este mandato.
Cuando Jesús fue levantado de entre los muertos, los soldados fueron a contarle el suceso a los líderes religiosos, que como en la situación anterior con Judas, arreglaron con dinero las cosas. En esto podemos ver cómo las personas se nublan a la verdad simplemente por seguir al dinero y lo que éste bien puede ofrecer. El dinero tiene tanto poder en la ambición de los hombres que puede callar una gran verdad como ésta que puede salvar muchas almas de la desesperación.
La realidad muestra que muchos capaz pueden ser testigos de esta gran verdad. Pero pocos son los que no se dejan nublar por las ambiciones de esta vida que llevan a callar la verdad de la salvación. Así como estos soldados, muchas personas eligen callar la salvación por obtener más dinero o capaz ganar algo para sí mismos. La triste elección de estas personas desemboca en que muchos más pierdan la oportunidad de escuchar sobre la resurrección del que vino a dar vida y libertad por sobre estas cosas efímeras del mundo y del mal egocéntrico que lleva a la autodestrucción.
Muchos pensarán que se están beneficiando callando, estos entran en la categoría de aquellos que escuchan o ven la verdad pero nunca la toman para sí y por lo tanto, su destino es una eternidad sin Dios.
Callar es una características de los incrédulos, de alguien que no tomó la verdad sino que simplemente la vio o la escuchó. ¿Acaso no estamos en esa posición? Capaz a través de esto te des cuenta de que en tu vida hay un gran silencio con respecto al salvador, te contaron de su resurrección y hasta lo crees posible, pero nunca lo predicaste, nunca te cambió la vida, preferís estar callado porque eso te va a dar más comodidades y beneficios.
La pregunta es ¿Realmente deseas encontrar la verdad o preferís estar cómodo y dejar que esto sea asunto de otros? Buscar la verdad puede ser incómodo y parecerá no darte beneficio alguno pero una vez conocida no vas a poder callarte del poder libertador que experimentas, sin embargo, el otro camino te lleva a la muerte, capaz obtengas dinero, comodidades y hasta nadie te va a molestar por seguirlo, pero nunca vas a poder iluminar tu vida con la verdad y tu destino, es una eternidad sin ella.
Por el otro lado, Jesús antes de ascender a los cielos deja un legado a sus seguidores: "Vayan y hagan discípulos a las naciones..." Jesús nunca deseó discípulos callados, sino que sean personas que discipulen a las naciones con sus enseñanzas y con la verdad que puede salvar.
La gran comisión, es no quedarse callados sino dar testimonio de la verdad de Cristo, su vida, muerte y resurrección a todos los que podamos tener al alcance.
La gran comisión, es una acción que todo cristiano realiza. Sin esta característica en nuestras vidas, deberíamos dudar de nuestra fe en Cristo.
En este pasaje de mateo se ve un contraste entre lo que debería hacer un discípulo de Cristo, la gran comisión, y lo que puede llegar a callar este mandato.
Cuando Jesús fue levantado de entre los muertos, los soldados fueron a contarle el suceso a los líderes religiosos, que como en la situación anterior con Judas, arreglaron con dinero las cosas. En esto podemos ver cómo las personas se nublan a la verdad simplemente por seguir al dinero y lo que éste bien puede ofrecer. El dinero tiene tanto poder en la ambición de los hombres que puede callar una gran verdad como ésta que puede salvar muchas almas de la desesperación.
La realidad muestra que muchos capaz pueden ser testigos de esta gran verdad. Pero pocos son los que no se dejan nublar por las ambiciones de esta vida que llevan a callar la verdad de la salvación. Así como estos soldados, muchas personas eligen callar la salvación por obtener más dinero o capaz ganar algo para sí mismos. La triste elección de estas personas desemboca en que muchos más pierdan la oportunidad de escuchar sobre la resurrección del que vino a dar vida y libertad por sobre estas cosas efímeras del mundo y del mal egocéntrico que lleva a la autodestrucción.
Muchos pensarán que se están beneficiando callando, estos entran en la categoría de aquellos que escuchan o ven la verdad pero nunca la toman para sí y por lo tanto, su destino es una eternidad sin Dios.
Callar es una características de los incrédulos, de alguien que no tomó la verdad sino que simplemente la vio o la escuchó. ¿Acaso no estamos en esa posición? Capaz a través de esto te des cuenta de que en tu vida hay un gran silencio con respecto al salvador, te contaron de su resurrección y hasta lo crees posible, pero nunca lo predicaste, nunca te cambió la vida, preferís estar callado porque eso te va a dar más comodidades y beneficios.
La pregunta es ¿Realmente deseas encontrar la verdad o preferís estar cómodo y dejar que esto sea asunto de otros? Buscar la verdad puede ser incómodo y parecerá no darte beneficio alguno pero una vez conocida no vas a poder callarte del poder libertador que experimentas, sin embargo, el otro camino te lleva a la muerte, capaz obtengas dinero, comodidades y hasta nadie te va a molestar por seguirlo, pero nunca vas a poder iluminar tu vida con la verdad y tu destino, es una eternidad sin ella.
Por el otro lado, Jesús antes de ascender a los cielos deja un legado a sus seguidores: "Vayan y hagan discípulos a las naciones..." Jesús nunca deseó discípulos callados, sino que sean personas que discipulen a las naciones con sus enseñanzas y con la verdad que puede salvar.
La gran comisión, es no quedarse callados sino dar testimonio de la verdad de Cristo, su vida, muerte y resurrección a todos los que podamos tener al alcance.
La gran comisión, es una acción que todo cristiano realiza. Sin esta característica en nuestras vidas, deberíamos dudar de nuestra fe en Cristo.
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Reflexiones
martes, 15 de abril de 2014
La paradoja de los legalistas - Mateo 27:4-6
La ley antes que el pecado.
—He pecado —les dijo— porque he entregado sangre inocente.
—¿Y eso a nosotros qué nos importa? —respondieron—. ¡Allá tú!
Entonces Judas arrojó el dinero en el *santuario y salió de allí. Luego fue y se ahorcó.
Los jefes de los sacerdotes recogieron las monedas y dijeron: «La ley no permite echar esto al tesoro, porque es precio de sangre.» Mateo 27:4-6
Los religiosos de aquella época habían complotado matar a Jesús. Sin embargo, aún habiendo pagado dinero para que entregaran a un hombre inocente a la muerte, éstos creían que su cumplimiento de la ley los justificaría ¿No ocurre esto hoy en día?
Los religiosos de aquella época mataron al Mesías injustamente, y luego se preocuparon por cumplir la ley de no poner dinero sucio en el templo. ¿Sorprendido por la incoherencia?
Hoy asistimos al culto los domingos, ¡hacemos el diezmo!, escuchamos los sermones, hacemos un estudio bíblico, etc. Pero cuando hay gente al rededor con necesidad nos hacemos los tontos, vivimos vidas inmorales y totalmente ambiciosas despilfarrando dinero, buscamos más la recreación personal pero cuando un hermano o líder nos pide un favor lo recibimos de mala gana. ¡Cumplimos la ley! La ley que queremos.
Jesús vio la hipocrecía de los líderes religiosos de la época ¿Qué diría de vos hoy? ¿Te preocupaste más por la necesidad del hermano que por cumplir con leyes irrelevantes? ¿Dejaste los legalismos para mostrar el verdadero amor de Jesús? ¿Vivís en santidad o en legalidad?
Sin ir más lejos, hay cristianos y hasta líderes que creen hacer lo correcto y esa es su excusa para vivir esta contradicción. Sin darse cuenta, hoy se ocupan más por esa legalidad sin fundamento en lo irrelevante y en la tradición, y con esto hoy pierden a una generación que puede ser evangelizada con el amor de Cristo.
Así que resolvieron comprar con ese dinero un terreno conocido como Campo del Alfarero, para sepultar allí a los extranjeros. Mateo 27:7
Capaz sin darte cuenta, estás comprando un terreno con monedas manchadas de sangre, y con eso crees que estás cumpliendo la ley.
—He pecado —les dijo— porque he entregado sangre inocente.
—¿Y eso a nosotros qué nos importa? —respondieron—. ¡Allá tú!
Entonces Judas arrojó el dinero en el *santuario y salió de allí. Luego fue y se ahorcó.
Los jefes de los sacerdotes recogieron las monedas y dijeron: «La ley no permite echar esto al tesoro, porque es precio de sangre.» Mateo 27:4-6
Los religiosos de aquella época habían complotado matar a Jesús. Sin embargo, aún habiendo pagado dinero para que entregaran a un hombre inocente a la muerte, éstos creían que su cumplimiento de la ley los justificaría ¿No ocurre esto hoy en día?
Los religiosos de aquella época mataron al Mesías injustamente, y luego se preocuparon por cumplir la ley de no poner dinero sucio en el templo. ¿Sorprendido por la incoherencia?
Hoy asistimos al culto los domingos, ¡hacemos el diezmo!, escuchamos los sermones, hacemos un estudio bíblico, etc. Pero cuando hay gente al rededor con necesidad nos hacemos los tontos, vivimos vidas inmorales y totalmente ambiciosas despilfarrando dinero, buscamos más la recreación personal pero cuando un hermano o líder nos pide un favor lo recibimos de mala gana. ¡Cumplimos la ley! La ley que queremos.
Jesús vio la hipocrecía de los líderes religiosos de la época ¿Qué diría de vos hoy? ¿Te preocupaste más por la necesidad del hermano que por cumplir con leyes irrelevantes? ¿Dejaste los legalismos para mostrar el verdadero amor de Jesús? ¿Vivís en santidad o en legalidad?
Sin ir más lejos, hay cristianos y hasta líderes que creen hacer lo correcto y esa es su excusa para vivir esta contradicción. Sin darse cuenta, hoy se ocupan más por esa legalidad sin fundamento en lo irrelevante y en la tradición, y con esto hoy pierden a una generación que puede ser evangelizada con el amor de Cristo.
Así que resolvieron comprar con ese dinero un terreno conocido como Campo del Alfarero, para sepultar allí a los extranjeros. Mateo 27:7
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Reflexiones
miércoles, 26 de marzo de 2014
"Orgullosos por matar a Jesús"
"Orgullosos por matar a Jesús"
Mientras los fariseos todavía estaban reunidos, Jesús les preguntó: —¿Qué piensan ustedes del Mesías? ¿De quién desciende? Le contestaron: —Desciende de David. ¿Cómo puede el Mesías descender de David, si David mismo lo llama Señor? Nadie pudo responderle ni una sola palabra, y desde ese día ninguno se atrevió a hacerle más preguntas. (San Mateo 22:41, 42, 45, 46 DHH)
Los fariseos queriendo demostrar que Jesús era un falso maestro le hicieron preguntas. Al ver que respondía correctamente y aún mejor de lo que esperaban, ellos tramaban cómo hacerle incluso preguntas más difíciles y engañosas.
En un momento Jesús al ver la intención de sus corazones interpela sobre la cuestión del Mesías a estos fariseos. Les hace una pregunta compleja que ellos aún siendo hombres que se dedicaban al estudio de las escrituras no pudieron contestar. Ante esto, dejaron de hacerle preguntas, pero si tramaron en matarlo.
Jesús demuestra que está por sobre las enseñanzas humanas de estos maestros de la ley, derrotando tanto a los saduceos como a los fariseos en cuestiones teológicas.
El tema es, ¿Por qué, entonces, no le creyeron?
Esta realidad implica algo generalizado en la humanidad: El pecado del orgullo.
Si bien muchas veces entendemos que lo que nos dice otro es una verdad, se la negamos porque queremos que nuestra verdad sea la que esté por sobre las demás. Hablamos de mentalidades abiertas pero en realidad somos selectivos aún cuando la palabra del otro manifiesta una realidad total sobre mí.
Esto me ocurre a diario al escuchar palabras y prédicas difíciles de asumir. Al estar lejos de mis parámetros, en vez de admitir mi insuficiencia prefiero contraatacar y criticar a estos individuos ¡Que cobardía! Pero si lo vemos a nivel general en la humanidad es un parámetro constante, que también podemos ver en los adolescentes cuando deciden criticar a sus padres en vez de escuchar las enseñanzas que estos quieren brindarle. Ellos no ven la verdad de lo que dicen y más que escucharlos, eligen criticarlos aún cuando están siendo mantenidos por el sacrificio de su trabajo.
Pero sin ir más lejos, ¿No hacemos lo mismo con Dios?
Dios nos muestra una realidad de que somos pecadores y hacedores del mal, él nos remarca que estamos lejos de su presencia por elección personal de la humanidad. Pero preferimos no admitir nuestro pecado, es mejor criticarlo a Dios y ponerlo bajo la mira con críticas basadas en cosmovisiones erráticas de la Palabra (la Biblia).
Aún así Dios insiste que aún en nuestra realidad pecadora, el quiere justificarnos poniéndose en nuestro lugar con un sacrificio que vale para la eternidad, de esto se trata el evangelio. Pero seguimos con nuestra perspectiva defensiva de lo que Dios nos está mostrando y no podemos admitir nuestros errores frente a él, es más fácil así.
Al ver los fariseos y los saduceos que Jesús les remarcaba sus faltas teológicas y sus puntos de vista errados sobre la ley, ellos se complotaron, aún siendo dos bandos totalmente enemigos, para llevarlo a la peor pena bajo la mano de los romanos.
Sencillamente podemos afirmar que es una actitud egoísta y malvada. Pero nosotros somos iguales a ellos, somos fariseos y saduceos que deseamos matar al que nos dice la verdad, al que nos hace ver que somos hombres y mujeres bajo pecado ¿Por qué? Por orgullo.
Este orgullo es la primer barrera a poder amar y conocer a Dios.
Cuando empezamos a justificar nuestras acciones sin admitir que lo que dice la palabra sobre nuestra condición es correcta, ahí nos enfrentamos con Dios "defendiéndonos" con argumentos poco sostenibles.
A tal nivel lleva nuestro orgullo humano que queremos descifrar la creación y los planes divinos con nuestra lógica que poco y nada ha logrado entender, y de esa forma criticamos a un Dios que ni conocemos.
El orgullo me da argumentos para matar a Jesús en mí vida. Preferible matarlo antes que me diga quién soy en realidad.
Aún así Jesús nos da la opción de poder tener un encuentro con él y de poder conocer esa salvación de la cuál ni siquiera queremos. Pero hay una condición, entregar ese orgullo y creer en lo que él me dice, no solo sobre mi salvación sino sobre mi pecado.
Dios nos da la posibilidad de conocer la verdad en nuestras vidas. La verdad que nosotros no podemos conocer por causa de nuestra ceguera y orgullo, por nuestro pecado.
Es por eso que si realmente deseamos conocer a Dios, hay un paso imprescindible que debemos dar, reconocer nuestra condición de ser pecador, que deseo constantemente lo contrario a la santidad. Sin entender este concepto de maldad que existe en nuestras vidas, no hay posibilidad de que Jesús asuma la responsabilidad por nuestra maldad, porque simplemente no la admitimos.
La redención de Jesús viene, en cierta forma, a cambio de reconocer nuestra condición y entregársela con fe de que él se hará cargo.
Si no podemos reconocer nuestro orgullo, probablemente nunca podamos tener este privilegio de ser salvados.
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